La ingesta copiosa de grasa animal esta relacionada con un riesgo mayor de desarrollar enfermedad de Parkinson. Dicho riesgo dobla al de la población que ingiere cantidades normales de grasa animal si su saturación de transferrina es alta; si es baja el riesgo asciende a nueve veces mayor.
Esta diferencia es muy significativa; aunque no se sabe a que esta debida, debe haber una acción sinérgica en el proceso de peroxidación de lípidos en la enfermedad de Parkinson entre la grasa dietaria y el defecto sistémico de hierro. Puede que el hierro contribuya en la etiología de la enfermedad exponiendo al tejido nervioso, al acumularse en él, a agresiones, aunque en si no produzca daño.
El riesgo también aumenta en individuos en cuya dieta el aporte de carotenoides y vitamina C es importante, si bien sobre esta ultima no todos los autores coinciden. También parece haber una relación similar con los dulces.
La enfermedad de Parkinson comparte con la demencia una tendencia general de los pacientes a perder peso, de origen multifactorial; entre las causas podemos destacar:
- Salivación anormal (déficit deglutorio).
- Pérdida de apetito por disfunción hipotalámica.
- Estreñimiento.
- Incremento en el gasto energético por los movimientos anormales, como discinesias y temblor.
- Disfagia.
- Náuseas.
- Dieta hipoproteica: se utiliza como terapia nutricional en algunos pacientes.
- Dificultades para la manipulación de los alimentos.
- Depresión.
FUENTE: Hernando Requejo V. “Nutrición y Enfermedades Neurológicas”. Nutrición y alimentación en promoción de la salud.; 2007; 13:202
El consumo excesivo de grasa animal en personas con una baja saturación de transferrina eleva el riesgo de padecer Parkinson.